El pasado sábado 28, día de fuertes vientos y nuboso, paseando pudimos comprobar como un árbol se había partido casi en su base y se había desplomado sobre uno de los bancos sitos en la Alameda de San Antón, cercano a la fuente.
Casualmente es el banco donde este humilde colaborador de este diario suele sentarse a leer un libro, a meditar o simplemente ver pasar las gentes. Por suerte esa tarde, llegué tarde y… esto fue lo que me encontré.
¡Caray, ni sentado puede uno estar tranquilo!