Pozos, acequias, casas cúbicas, aljibes y terrazas de cultivo formaban el paisaje de Calblanque. Un entorno que la mano del hombre ha ido deteriorando, pero que conserva su magia y bellezas originarias a pesar de todo. La consejería de Medio Ambiente quiere recuperar ese pasado para preservar el futuro, y lo hace a través de una exposición fotográfica.
Para que dicha muestra sea lo más completa posible, ha solicitado ayuda a los vecinos de la zona para que aporten fotos, utensilios e información que les ayuden a ilustrar los orígenes y evolución de las poblaciones de la zona, como Las Cobaticas, Las Jordanas, Huncos o Las Barracas.
Calblanque mantuvo su singularidad gracias a que el temor a las temibles incursiones piratas provocó que estuviera deshabitado hasta principios del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento de Cartagena arrendó algunas tierras para uso agrícola.
Debido al clima árido de la zona, la agricultura tradicional era de secano, con cultivos de cereales como el trigo, la avena o la cebada, así como habas, pésoles, algarrobos, olivos, higueras, acebuches o almendros. Si la finca disponía de agua, generalmente de pozo, se solían plantas tomates, pepinos, cebollas, patatas, ñoras o alfalfa para el ganado. Además, en las terrazas se acostumbraba a cultivar en bancales, cuyos hondos se aprovechaban para plantar sandías, melones o viñas.
Costumbres de la época
Según el testimonio de algunos vecinos, como Juan Huertas, que actualmente reside en Los Belones, los campesinos de Calblanque realizaban sus tareas a mano y con la ayuda de mulas o asnos, aquellos que podían permitírselo. Para muchas familias la agricultura tradicional era un medio de subsistencia y se alimentaban básicamente de lo que cultivaban o intercambiaban con sus vecinos: pan, almendras, higos, embutidos, entre otras cosas. De cabras y ovejas obtenían leche, carne, lana para los colchones y estiércol para abonar los campos. Únicamente vendían el sobrante y compraban algunos productos a los comerciantes que iban recorriendo las poblaciones.
Los habitantes de Calblanque también sabían aprovechar las plantas del entorno. Con el abundante esparto realizaban artesanalmente cuerdas, esteras, cestas, serones o calzado, y con las hojas de palmito fabricaban escobas para comercializarlas.
Despoblamiento de la zona
Con las sucesivas transformaciones económicas, tecnológicas y sociales, pero sobre todo con el progresivo auge del turismo, los habitantes de Calblanque fueron abandonando la vida rural para dedicarse a otros oficios y despoblaron la zona. No obstante, todavía hoy perduran actividades tradicionales como la apicultura y el pastoreo y algunos descendientes o allegados de otros lugares mantienen con vida los pequeños núcleos de población del Parque Regional.